La Pensión Cultural Milán está oscura y vacía. En sus largos pasillos, en cada puerta entreabierta, en cada esquina de pintura levantada de manera natural pero cool, hay que mirar dos veces para verificar que la imaginación no esté jugándole a uno una mala pasada. Podría ser la escenografía perfecta de una película de terror, pero a Ernesto Tabárez lo tiene sin cuidado. Este entorno es parte de su vida diaria... VER NOTA COMPLETA